Hielotrón, la pista de hielo que revolucionó Sevilla hace 40 años

Hielotrón, la pista de hielo que revolucionó Sevilla hace 40 años

Se cumplen ahora cuarenta años de la apertura de la pista de hielo que revolucionó el ocio en Sevilla. Hielotrón, un complejo deportivo y de recreo, abría sus puertas en la primavera de 1976 sobre unos terrenos ubicados a las afueras del barrio de Montequinto, en Dos Hermanas, junto al hoy polígono industrial Fuentequintillo. Sus modernas instalaciones, a base de cúpulas de lonas hinchables, causaron gran impacto tanto en la capital hispalense como en los municipios más cercanos, registrándose en sus inicios largas colas de público –había, incluso, autobuses lanzaderas desde el Prado de San Sebastián- para acceder a estas instalaciones, en las que se ofrecía la posibilidad de patinar sobre hielo durante todo el año, incluso en verano.

Hielotrón se inauguró un 13 de abril de 1976 por todo lo alto. Aquella magna estructura nunca vista antes en Sevilla y sus alrededores tenía una gran pista de patinaje sobre hielo en el centro y otras tantas menores rodeándolas, a las que se accedía por un sistema de pasillos. En el exterior, un amplio aparcamiento daba la bienvenida a los visitantes, que se contaban por centenares cada día en unas instalaciones que gozaban también de otras zonas deportivas para poder mantener el negocio durante todo el año, como picaderos de caballos o circuitos de motocross.

Heliotrón fue diseñado en 1971 por el arquitecto vallisoletano José Miguel de Prada Poole, experto en estructuras textiles que firmó años después el conocido Palenque para la Exposición Universal de Sevilla de 1992. «Hice un edificio revolucionario y curioso. Era neumático, es decir, inflado por aire, cuyos pasillos eran de hielo», explicó el propio arquitecto en una entrevista concedida a ABC de Sevilla en 2007. Tal y como De Padra Poole lo denominó, el complejo se mantenía «como si fuera una pompa de jabón», gracias a unos ventiladores que lanzaban aire sobre un envolvente de plástico y un sistema de puertas giratorias que permitían que el aire no saliese al exterior. Fue, además, en ese tiempo, la pista de hielo con menor consumo de energía.
Cuentan quienes fueron testigos de esta singular construcción, que la cúpula mayor de Hielotrón podía verse desde la zona del Polígono Sur. Su diseño, innovador y vanguardista, obtuvo el Premio Nacional de Arquitectura en 1975 por una revolucionara estructura, con lonas de fibra artificial y cables, a través de los cuales se fueron levantando las distintas cubiertas, con las que se conseguía crear diferentes hábitats, concibiendo así un espacio en el que los asistentes se introducían en ambientes imaginarios y dispares mientras deambulaban por estas instalaciones de cúpulas y pasillos sobre patines.

Ubicadas en la periferia de Sevilla, las instalaciones de Hielotrón supusieron un revulsivo en el ocio de la ciudad desde días antes, incluso, de su inauguración, cuando sus promotores de la empresa Defe S.A. se afanaban en anunciar la apertura del complejo como una «pista espacial sobre hielo».

Durante el tiempo que se mantuvo en funcionamiento, Hielotrón acogió también espectáculos infantiles, eventos de patinaje artístico, conciertos de música, o incluso mítines políticos. La posibilidad de poder patinar en una ciudad en la que el frío intenso y las bajas temperaturas apenas protagonizan algunos días del invierno, trajo también consigo la creación del Club de Hockey Sevilla sobre hielo, que participó durante dos temporadas en la liga nacional.

Declive por el viento

Sin embargo, esta «espacial» atracción de ocio no duró demasiado. El hito que empezó a marcar el punto final de Hielotrón tuvo que ver con el hundimiento que experimentó la gigantesca carpa durante la madrugada del 24 de febrero de 1978, en la que se registraron fuertes rachas de viento de hasta 67 kilómetros por hora. «Las instalaciones de Hielotrón eran un caos de lonas derruidas y estructuras metálicas desnudas. Afortunadamente, no hubo víctimas. A las tres de la madrugada, cuando se encontraba allí solo el guardia nocturno, arreciaba un potente vendaval. Inexplicablemente, según dicen sus directivos, la lona se vino abajo poco a poco, en un tiempo máximo de diez minutos», contaba la crónica de ABC al día siguiente de los hechos.

Su hundimiento despertó numerosos interrogantes, a los que su propio diseñador, el arquitecto De Padra Poole, no encontraba explicación en las horas posteriores al suceso. «La estructura podía resistir vientos de 155 kilómetros por hora. Hay otra cúpula similar en Cádiz, donde las ráfagas fueron más fuertes y ni siquiera se ha movido. Puede que la presión no estuviera acorde con el viento, que hubiera una rotura no detectada hasta ese momento o hecha esa misma noche con una navaja u otro objeto punzante», reconoció el arquitecto a este periódico un par de días después del hundimiento.

Unas semanas más tarde, Hielotrón volvía a abrir sus puertas con lascúpulas menores infladas y la principal al aire libre, debido al elevado coste, de varios millones de las antiguas pesetas, que suponía recuperarla. De hecho, esta gran cúpula central nunca volvió a levantarse, lo que supuso que, al poco tiempo, las pistas cerraran sus puertas definitivamente, poniendo así punto final a esta revolucionaria estructura para patinar sobre hielo. Para los más nostálgicos, hoy en día aún permanecen los «restos arqueológicos» en las inmediaciones de Montequinto, donde es posible ver partes de las lonas y los cimientos sobre los que se levantó el innovador proyecto.

Vía | ABC DOS HERMANAS

Vista de las instalaciones de Hielotrón / ABC
Vista de las instalaciones de Hielotrón / ABC

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