Las palmeras artesanas más internacionales se hacen en Dos Hermanas

Las palmeras artesanas más internacionales se hacen en Dos Hermanas

 

La familia Raya Salas lleva más de 30 años elaborando de forma artesanal helados, dulces y otros productos de confitería en su obrador de Dos Hermanas. La joya de la corona de todo este amplio catálogo son las palmeras y sus más de 50 clases diferentes, cuyos peculiares sabores les han valido para ser conocidos también fuera del propio municipio nazareno. De hecho, sus palmeras han llegado a sitios como Alemania, Argentina o Inglaterra y es habitual que hasta esta confitería-heladería Nuestra Señora de Valme acudan clientes procedentes de los pueblos de la provincia y de puntos como Cádiz o Málaga.

Hay palmeras clásicas, de chocolate o yema blanca, pero también otras más sofisticadas con capas de chocolate Ferrero Rocher o de arroz con leche, así como algunas de nueva incorporación, mucho más arriesgadas, a base de chucherías picantes como son los conocidos «Peta Zetas». Tal es la demanda que tienen estos dulces que durante los fines de semana pueden llegar a vender una media de 1.500 palmeras diarias, a las que se suman los helados artesanales, otros tantos dulces e incluso hasta mantecados.

La producción, por tanto, en este obrador de la familia Raya Salas no cesa desde que un Domingo de Ramos de 1985 decidieran abrir lo que en un primer momento fue una pequeña heladería, en la calle Picasso, una zona hoy en día habitada pero totalmente despoblada hace tres décadas. «Aquí no había nadie, estábamos nosotros solos, así que los comienzos fueron muy duros porque tenías que traerte a la gente a las afueras del pueblo», recuerda Teresa Salas, fundadora del negocio junto a su marido, Francisco Raya.

Ambos decidieron abrir esta heladería en Dos Hermanas cuando en el municipio apenas existían negocios de este tipo. En la actualidad, sin embargo, la esquina de las calles Picasso y Gustavo Bacarisas, tiene ya el nombre propio de esta familia, tras años y años de trabajo incesante. «Al principio, mi padre decía que al que viniera hasta aquí había que, por lo menos, invitarlo a tomar un café, porque llegar ya era un mérito», explica Inés, la mayor de estos cinco hermanos, de los cuales, cuatro trabajan en el negocio. Y es que, ni está en una zona de paso, ni se llega tan fácilmente.

El «boca a boca», tal y como asegura la familia, ha hecho que la clientela acuda hasta la confitería, procedente de todos los municipios de los alrededores. «El sitio para un negocio desde luego no era, pero ya es nuestro sitio y a cualquiera que le pregunten dónde está la heladería Valme te sabe indicar», aseguran.

Devoción a Valme

El negocio, además, está cargado de curiosidades y, sobre todo, de mucha fe y devoción. El padre de familia, Francisco Raya, trabajaba en la fábrica Uralita hasta que, tras caer enfermo por el efecto del amianto, decidió invertir el dinero de su despido en un negocio propio. El matrimonio tenía cinco hijos pequeños a los que dar de comer y, pese a la enfermedad de Francisco, había que ingeniárselas para seguir adelante. «Mi padre era mecánico, así que lo primero que se pensó fue montar un taller en este terreno, pero mi hermana Pepi propuso como segunda opción la heladería», explica Inés.

Se podría decir que en la decisión final influyó la tradición heladera que lleva esta familia en su propio apellido, al estar enraizados con los conocidos Helados Rayas de Sevilla, pero fue finalmente el azar y, sobre todo, la Virgen de Valme quienes marcaron el destino último que debería tener esta parcela a las afueras de Dos Hermanas, por aquel entonces. «En casa somos muy devotos de Nuestra Señora de Valme, sobre todo mi madre, así que ella propuso que tiráramos una moneda al aire delante del cuadro que teníamos con su foto para que fuera la Virgen la que decidiera». Desde entonces, la imagen enmarcada de la Virgen preside esta confitería. Además, la propia hermandad de Valme les regaló luego un segundo cuadro que también adorna una de las paredes del negocio.

Maestros heladeros italianos pasaron por el obrador para enseñar al matrimonio y a sus hijos Inés, Pepi, Antonio y Valme la elaboración artesanal de estos helados que no paran de venderse durante todo el año. Tiempo después ampliarían la producción artesanal con los dulces de confitería, que hoy completan sus vitrinas. «La clave está en el trato familiar, las recetas tradicionales y la calidad de los ingredientes. Elaboramos los dulces y los vendemos nosotros mismos», detalla Antonio Raya, maestro pastelero.

Cada día, de martes a domingo, desde hace ya tres décadas el trabajo en el obrador es incesante desde primera hora de la mañana. Sólo en su confitería de la calle Picasso pueden degustarse estos dulces, aunque algunos de ellos, sus palmeras por ejemplo, hayan viajado en maletas para ser degustadas más allá de nuestras fronteras.

ABCSEVILLA

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