El comercio más longevo de Montequinto cumple cuarenta años
Hace poco más de cuarenta años, el barrio de Montequinto, en Dos Hermanas, eran solo «dos calles». Así, literalmente, lo recuerdan Santiago Ruiz y Dolores Bulnes, un matrimonio de comerciantes que llegó al barrio en 1974 cuando el callejero de la zona estaba únicamente compuesto por las vías Séneca y Adriano, las más próximas al colegio Calasancio Hispalense de los Escolapios, el germen a partir del cual comenzó a crecer este núcleo, que hoy cuenta con casi 36.000 habitantes.
La astucia de este matrimonio les llevó a montar un negocio clave para el barrio que empezaba a crearse, una panadería que hoy sigue intacta como el primer día y que, en la actualidad, ha convertido a estos comerciantes en prácticamente los más veteranos de todo el núcleo urbano. «Somos de Sevilla, pero cuando nos casamos nos vinimos a vivir a Montequinto porque era lo más económico que había para comprar un piso», recuerda Santiago, que atiende a ABC de Sevilla desde el mostrador de su tienda, la Panadería Loli, denominada así en honor a su esposa, que regenta el negocio.
Y es que, esta pareja de comerciantes ha visto cómo su negocio «de toda la vida» ha ido evolucionando a la par que el barrio crecía. Se compraron un piso en la calle Séneca y un par de años después, en 1976, decidieron invertir sus ahorros en montar una tienda en un pequeño local, situado en los bajos de unos bloques de pisos que se estaban construyendo, en la zona conocida como Viterbo, en plena avenida principal de Montequinto.
Por aquel entonces, los pocos negocios que existían en el barrio se contaban con los dedos de una mano. «Era una barriada nueva y había pocas tiendas; otra panadería, una ferretería y una farmacia», apunta Loli al recordar que de todos los negocios que precedieron al suyo, sólo sigue abierta la farmacia. «Prácticamente, los más viejos ahora somos nosotros», bromean. Y es que, su más que dilatada experiencia detrás de un mostrador les ha hecho también conocer a la perfección el barrio y su gente.
Clientela fiel
Con los años se trasladaron a un local de mayores dimensiones, pero sin perder su sitio bajo los pisos de la urbanización Viterbo, donde poco a poco fueron ampliando la tienda, con la introducción de productos de alimentación, droguería y perfumería. Ellos definen su propio negocio como «un poco de todo, para un tienda de barrio», por la que pasaban y siguen pasando a diario aquellos primeros vecinos de este núcleo urbano. «Tenemos una clientela de toda la vida, de hecho, más que clientes, muchos son ya amigos», resume Santiago.
A lo largo de todo este tiempo, el veterano matrimonio de comerciantes ha sido testigo del desarrollo a pasos agigantados del barrio y sufrido también las consecuencias de obras como las del metro, que los dejó «incomunicados» durante varios años. Tras superar las distintas vicisitudes, el negocio sigue funcionando como el primer día aunque el futuro no está, sin embargo, muy claro. Después de décadas trabajando, primero en el campo y luego en la panadería, Santiago está ya jubilado, aunque se le puede ver a diario en el negocio ayudando a su esposa, a la que aún le quedan cuatro años para retirarse. «Me parece que ahora mismo no podría vivir sin la tienda», reconoce emocionado Santiago.
«Cuando yo me jubile ya veremos el futuro que le damos porque nuestros tres hijos tienen su trabajo y ninguno está por la labor de hacerse con el negocio», añade Loli en este sentido. Sea cual sea el destino de esta tienda, ambos continúan cada día abriendo las puertas de este local cuando aún el sol no ha salido, a las seis y media de la mañana, y pueden presumir de regentar el negocio más longevo de un barrio que, pese al paso de los años, sigue siendo eminentemente joven.
