La historia de un padre que buscó un futuro mejor para los discapacitados

La historia de un padre que buscó un futuro mejor para los discapacitados

La vida de Juan Manuel Carrasco, de 70 años, está íntimamente relacionada con la trayectoria de Anidi, la Asociación Nazarena para la Integración de las Personas con Discapacidad Intelectual de Dos Hermanas. Se ha llevado algomás de 32 años al frente de la misma como presidente, por lo que conoce a la perfección cada una de las etapas, avatares y circunstancias por las que ha pasado esta asociación nazarena, convertida hoy en día en una verdadera institución en Dos Hermanas, por el trabajo que desarrolla en pos de la integración y mejora de estas personas.

Hace unas semanas que Carrasco ha dejado su cargo porque, según asegura, empieza a sentirse «un poco mayor» para continuar al frente de la presidencia, pese a que sigue vinculado a la entidad, ahora como secretario. Las decisiones a partir de este momento, por tanto, las tomará otro, en concreto, Francisco Manuel Álvarez Sánchez, el nuevo presidente recién elegido, aunque el propio Carrasco reconoce que lo «asesorará en todo lo que pueda».

Experiencia, desde luego, no le falta a este padre que se hizo con las riendas de Anidi allá por el año 1983, en lo que iba a ser, en principio, una transición temporal. «Los padres decidieron que me hiciera yo cargo de la presidencia y acepté con la condición de que serían seis meses…aunque los seis meses han sido un poco largos», bromea Carrasco, que atiende a ABC de Sevilla en las naves donde durante estos días se montan las carrozas de la cabalgata de Reyes Magos, en cuyo montaje colabora junto a su propio hijo, de 42 años y verdadero motor de toda su lucha al frente de Anidi.

La asociación se fundó en 1976, con José López como presidente, aunque no fue hasta unos años después, en 1981, cuando Juan Manuel Carrasco entró en la entidad, ostentando ya por aquel entonces un cargo en la junta directiva. La asociación se había creado por iniciativa de una serie de padres que buscaban un futuro mejor para sus hijos con discapacidad intelectual. En los comienzos, se impartieron algunas clases en los centros educativos Fernán Caballero y Valme Coronada, aunque unos años después la formación se trasladaría al colegio Juan de Mesa, ubicado en terrenos de La Corchuela, a las afueras de Dos Hermanas.

«Era un colegio de educación especial, pero había muchos chavales que terminaban la etapa escolar con 20 años y no había nada para ellos», recuerda Carrasco. Fue así como empezó a gestarse la idea de buscar un centro en el que poder formar y desarrollar las capacidades de estas personas en su etapa adulta. «En aquella época muchas familias de la junta directiva llegamos a pedir préstamos personales para que la asociación pudiera subsistir hasta que llegaba la subvención», explica.

De La Corchuela al pueblo

En la cabeza de Carrasco, sin embargo, había un fin claro por el que trabajar. «Queríamos que el centro de nuestros hijos estuviera en el propio pueblo,¿por qué tenían que estar apartados como si fuera un gueto?», recuerda en referencia a las instalaciones de La Corchuela. Sabía perfectamente de lo que hablaba. Por aquel tiempo ya había mantenido contacto con las administraciones y otras asociaciones para perfilar ese proyecto, con el que ofrecer a estas personas con discapacidad intelectual una oportunidad para aprender y encontrar, en algunos casos, un empleo.

Fueron años de «muchas vicisitudes» que, finalmente, se fueron convirtiendo en batallas ganadas. En 1996 se pusieron en funcionamiento las instalaciones actuales del barrio de Vistazul, en la plaza Juan Antonio Pérez Muñoz, tras la cesión de los terrenos por parte del Ayuntamiento nazareno, mientras que un año después se inauguraría el centro ocupacional con la llegada de los primeros usuarios. Más adelante, en 2002 se abriría la residencia y en 2004 la unidad de estancia diurna para gravemente afectados. Así, de apenas 20 usuarios en los inicios, Anidi atiende en la actualidad a un total de cien personas. «De lo que más orgulloso me siento es del progreso de la asociación, del número de atenciones y de la evolución de la entidad», resume Carrasco sin dudar.

Este técnico de Telefónica ya jubilado no para, sin embargo, de darle vueltas a la cabeza para buscar y ayudar a conseguir nuevos retos en la asociación, ahora eso sí, desde la distancia y tranquilidad que da no estar en la presidencia. Pendiente, desde luego, está el dotar de vida el nuevo centro de formación, construido hace unos años pero enquistado por la falta de financiación. «Serviría para dar una salida a muchas personas con una discapacidad ligera, a las que se les puede dar una formación para cubrir un puesto de trabajo, sería un paso importante para Anidi», explica.

Y es que, se conoce esta entidad como la palma de su mano. La sigue visitando, de hecho, todos los días cuando acude para dejar y recoger a su hijo, y la siente, por tanto, muy de cerca. «Mi hijo ha evolucionado muchoen todo este tiempo. Los padres que tienen un hijo con discapacidad no deben dejarlo en casa porque ahí progreso van a tener poco». Esa, quizás, sea la mejor recompensa para Juan Manuel Carrasco, un hombre inquieto que encabezó la lucha de unos padres por ofrecer un futuro mejor a las personas con discapacidad intelectual.

DH-Magazine

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